¿Quién BKS Iyengar?
(Jose María Vigar, Profesor Senior de Sadhana de Yoga Iyengar
Si hay algo innegable en la apreciación de su obra es su universalidad. Autodidacta, muy pronto supo ir despojándose de las pocas influencias que podían condicionarle. A lo largo de casi 75 años de estudio y práctica, ha desarrollado sus propios métodos y técnicas de Yogasanas y pranayama y ha seguido su luz personal al interpretar la filosofía de Patañjali, hasta construir un sistema, que alcanza en él su cumbre y se hace eco en las voces de la mayor parte de los profesores de Yoga del siglo XXI.
Los tres atributos de nuestra naturaleza son :
Tamas – la cualidad de la masa y la sustancia material, la inercia o latencia –
Rajas – la cualidad de la energía y la motivación; movimiento y la acción-
Sattva – la cualidad de la luz y la intuición –
Se hallan establecidos en los cinco elementos, en los sentidos, en la mente, en la inteligencia y en el ego. La influencia cambiante de estas cualidades da forma a nuestra vida en su ciclo de nacimientos y conforma nuestras características de acuerdo con la naturaleza de nuestras acciones y experiencias pasadas; pero como dice el aforismo: «Quien logra la maestría en asana, conquista los tres mundos. el infierno, la tierra y el cielo.»
El Infierno-Tamas-la inercia , la vía purgativa.
Bellur Krisnamachar Sundararaja (BKS) Iyengar (Guruji) nació el 14 de Diciembre de 1918 en Bellur, un pueblo al sur de la India, en el estado de Karnataka. Su familia era pobre pero de tradición brahmánica ( clase sacerdotal, primera casta [varna] de la India que han realizado el Ser) y con un árbol genealógico que se remonta hasta el año 1400 de nuestra era. Su padre Sri Krishnamachar, era maestro de escuela en la vecina aldea de Narsapur y Sundararaja ,Guruji fue el undécimo de trece hijos. Nació débil y enfermizo, cuando su madre Shehamma se había contagiado de infuenza durante la epidemia mundial. Pasó sus primeros años de pobreza y con una salud precaria. Cuando Guruji iba a cumplir 6 años, su padre se jubiló y la familia se trasladó a Bangalore. Tres años después, su padre falleció. En su lecho de muerte, tuvo palabras de esperanza para él: «Hube de luchar mucho durante mi juventud y tú también, hijo mío, tendrás que hacerlo, pero al final , lograrás la felicidad en tu vida». Pero tal profecía, tardaría aún mucho en hacerse realidad.
A los 13 años enfermó de malaria y poco después se infectó de tifus en una época en que los antibióticos no existían. Estuvo hospitalizados durante un mes, hasta que remitió la fiebre; pero su convalecencia duró casi un año. Esto retrasó la finalización de su enseñanza elemental. Fue un comienzo nada prometedor para su vida. A los 16 años, contrajo tuberculosis. Los doctores dijeron que no sobreviviría más de 2 o 3 años, al no existir aún tratamiento disponible. Parecía desahuciado.
Fue entonces, en 1934, durante una visita a su hermana, cuando su cuñado-el profesor Sri Krishnamacharya que tenía un Yoga Shala, una escuela de Yoga, en el Jaganmohan Palace de Mysore-, sugirió que el joven Sundararaja debería quedarse en Mysore y empezar a practicar asanas para salir de aquel infierno de males y mejorar su salud, él se ofreció para ayudarle.
Al principio, le dedicó varios días. Le enseñó cómo hacer algunas asanas, pero a condición de que debía asimilar lo que le había enseñado, antes de seguir instruyéndolo. Sin embargo, debido a la rigidez del joven, Krishnamacharya le abandonó a su suerte. Pasaban los meses sin que recibiese las más mínima enseñanza y ni siquiera le permitía ir a la Yoga Shala.
Forzado a practicar por su cuenta, temeroso de cometer errores por los que pudiera ser reprendido y con un cuerpo tan rígido que a duras penas podía doblar el tronco hacia delante y tocarse los pies; cuando le pedía a Krishnamacharya que le enseñase, éste solía responderle que el aprendizaje de asanas era una consecuencia del propio karma ( ley universal de causa y efecto) acumulado de la vida anterior.
Aunque de buen corazón, Krishnamacarya tenía muy mal genio. Día a día, el miedo se fue apoderando del joven Sundararaja, que se sentía asustado en su presencia. Asistía al instituto, pero ninguno de sus compañeros podía visitarlo. Las tareas domésticas lo dejaban exhausto y constantemente hambriento; pero sólo podía comer cuando se le servía y sólo lo que se le servía.
El tiempo habría de demostrar que su karma en la vida anterior debió haber sido realmente bueno y quiso que éste que, al año siguiente, uno de los alumnos sénior de la Yoga Shala, llamado Kesavamurti, se escapara, y Krishnamacharya escogiera a Sundararaja, para sustituirle en la demostración pública ante el Maharaja de Mysore. Sustituir al mejor alumno, dada su rigidez y su incapacidad para hacer asanas fue un salto de fe del joven Iyengar, que aceptó con temor e inquietud, pero decidido, sin mirar atrás. Por tal motivo Krishnamacharya volvió a enseñarle durante varios días. Después, él mismo tuvo que prepararse para la demostración. Practicó sin descanso, con lágrimas en los ojos y temblores por todo el cuerpo. No le permitía que ensayara ante él; pero le demandaba que estuviese preparado. Como era débil e inexperto, estaba angustiado de aparecer en público. Pero las palabras de Krishnamacharya eran órdenes. Demostró cuanto se le pidió y, en reconocimiento, el Maharaja le entregó 50 rupias. Aunque en ese momento estaba en éxtasis, interiormente agonizaba, con dolores y temblores que le duraron meses.
Así pues, con 16 años, fue iniciado en la ciencia del Yoga por Sri T Krishnamacharya, un hombre sabio, con mucho talento y grandes dotes físicas. Una autoridad en las escrituras y un maestro muy exigente. Él realizó la ceremonia de colocación del hilo de Brahmana al joven Sundararaja, que es una ceremonia sagrada; considerada como un segundo nacimiento, por el cual el Guru conduce al Sisya, al discípulo, desde la oscuridad a la luz dándole el Gayatri Mantra, una iniciación religiosa muy significativa y tradicional, con la cual comenzaba el Brahmopadesan (la instrucción acerca de Brahma- el Creador).
Krishnamacharya aprendió Yoga en algún lugar de los Himalayas, en el Tibet, cerca del lago Manasarovar, de su Guru , Rama Mohan Brahmacari, que era padre de familia y un profesor muy estricto y autoritario. Solía despertarle en mitad de la noche y le pedía que hiciese asanas. A veces le hacía comer muchos dulces o tomar ghee (mantequilla purificada) y después le pedía que practicase asanas. También solía ponerle enormes pesas en las piernas y le exigía que las elevara en mayurasana o que escalase una montaña y que luego hiciese pranayama. En aquellos días, este era el modo de probar la fuerza de voluntad de un alumno para continuar su ascesis ( reglas y prácticas encaminadas a la liberación del espíritu y el logro de la virtud) , tapas. Con su voz aguda, Guru Rama Moham Brahmacari solía ordenar a su discípulo: «hacerlo, significa hacerlo ahora ya!». No había discusión posible. Los gurus en aquel tiempo eran muy estrictos y sus discípulos les obedecían sin rechistar.
De igual modo, en su momento, el método de Krishnamacharya fue duro. Solía ponerse de pie sobre el estómago de lo alumnos, cuando estaban haciendo urdva dhanurasana o kapotasana. Exigiendo disciplina y práctica, les obligaba de repente a que hiciesen asanas que no habían aprendido aún.
Guruji recibió de su Guru únicamente seriedad, disciplina y capacidad para trabajar sin descanso. Durante los 2 años que pasó en Mysore, Krishnamacharya apenas le alentó a practicar y no le explicó los principios y las sutilezas del Yoga. En todo ese tiempo, no dedicó más que 40 días a enseñarle y no le explicó como evitar o aliviar el terrible dolor que sufría. Pero Krishnamacharya plantó la semilla del Yoga en su interior, que habría de crecer hasta hacerse un gigantesco árbol. Por ello Guruji lo considera su Guru.
Krishnamacharya, como era impredecible, duro y excesivamente estricto, le aterraba. Esto, por un lado, lo intimidaba; pero por otro, desarrolló en él la habilidad de practicar con firmeza e intensidad. En poco tiempo, el joven Sundararaja consigió progresar en la práctica de asanas.
Pronto su salud mejoró. Enseguida pasó de no ser capaz de tocarse los pies en uttanasana a dominar el más extremo de los estiramientos en hanumanasana. Sin embargo, esta victoria le costó músculos y ligamentos rotos y meses de agonía que apenas podía andar. Tampoco fue más afortunado en el pranayama. Como había padecido tuberculosis, sus primeros intentos excedían la capacidad de sus pulmones, de sus nervios y de sus mente, provocándole agotamiento y fatiga constante.
El joven Sundararaja se aficionó a la práctica de asanas y muy pronto fue reclamado para impartir más demostraciones y enseñar en la Yoga Shala. Sin vocación, sin haberlo ambicionado, las circunstancias lo forzaron a enseñar y, de nuevo, aceptó el reto con fe y deseo de superación. Sin formación académica ni profesional, la enseñanza del Yoga se convirtió en su único medio de subsistencia. Por aquel tiempo, ni él, ni su familia, ni ninguno de sus compañeros de clases o conocidos podían adivinar que un día sería famoso y habría escuelas de Yoga dedicadas a impartir su enseñanza, en todo el mundo.
Fue en 1936 cuando Krishnamacharya delegó en él,que por aquel entonces tenía 18 años, para ir a Puna a impartir clases de Yoga,en principio durante 6 meses. Aquellos días en Puna fueron difíciles. Por un lado, se sentía libre, libre del carácter estricto de su Guru, pero por otro lado se sentía solo. Sin casa, ni familia, ni dinero, ni amigos; en un estado de India: Maharastra, con una lengua y una cultura que le eran extrañas. No había contado con muchas oportunidades para aprender de su Guru, aún de haber vivido en su casa durante 2 años. Con tan poca preparación y casi ningún conocimiento teórico, decidió practicar con determinación y aprender de su propia experiencia.
Desde un principio fue un innovador. En Puna, enseñó a mujeres en una época en que el hinduísmo ortodoxo no aprobaba el acercamiento entre hombres y mujeres. Enseñó a personas de diferente fe, islámicos, cuando los hindúes y los musulmanes no se mezclaban. Impartió clases de Yoga a grupos de alumnos, en escuelas y colegios, cuando los yoguis reputados de la época decían que sólo debía enseñarse de forma individual y que su enseñanza iba contra los principios del Yoga.
Su modo de vida en esta primera etapa es difícil de imaginar, pues el grado de pobreza unido al rigor y la asiduidad de su práctica, son algo que parece pertenecer a otro mundo, a otro tiempo.
Su práctica era su alimento, ya que apenas podía permitirse una taza de té al día y a veces una rebanada de pan seco. Practicaba 10 horas diarias para comprender las técnicas de cada asana y los efectos que producían. Cometía muchos errores y sufría las consecuencias; pero iba obteniendo un conocimiento profundo de la filosofía del Yoga por medio de asana. Al experimentar intensos dolores físicos y mentales, iba descubriendo cómo trabajar de un modo más correcto y preciso.
Su infatigable aplicación a la práctica fue convirtiendole en un practicante inteligente y en un profesor concienzudo. El hecho del tener que enseñar le motivaba para estudiar cada vez con más intensidad. Como profesor tenía que encontrar el modo de ayudar a sus alumnos en la práctica y resolver sus problemas. No había presedentes que le sirvieran de guía. Así que observaba a sus alumnos, su constitución física, su forma de caminar, como realizaban las asanas. Luego él mismo, imitaba sus acciones para descubrir sus debilidades y dificultades y así poder enseñarles a practicar mejor.
Su intensa dedicación le aportó entre otras destrezas, un conocimiento intuitivo del funcionamiento interno del cuerpo y de la mente, en línea con la tradición yóguica. Los yoguis de la milenaria India practicaban la medicina y la cirugía y conocían la anatomía del ser humano por medio de su práctica, sin utilizar los métodos de disección de cadáveres. Su legado también revela un conocimiento detallado de los sutiles y complejos procesos mentales y de la psicología humana. Guruji también adquirío este conocimiento a través de su rigurosa ascesis (tapas), lo que le permitió ayudar a las personas con enfermedades, utilizando como tratamiento el Yoga. El número de sus alumnos iba incrementándose, pero en aquellos años era imposible vivir de la enseñanza del Yoga. Sus ingresos eran insuficientes y vivía en precariedad, sin saber a menudo si tendría para pagar su siguiente comida.
La Tierra-Rajas- la cualidad de la energía y la motivación, la vía complentativa
Se casó, en Bangalore, en 1943, sin dinero ni para comprar una olla. Hasta entonces había sido reacio al matrimonio. Si apenas podía mantenerse a sí mismo, cómo iba a responsabilizarse de una familia. Sus hermanos concertaron su matrimonio con una joven de 16 años, de nombre Ramamani, que no tenía ni idea de Yoga cuando entró en su vida. Una vez casados, ella se quedó en casa de su suegra para aprender las costumbres de la familia y él volvió a Puna donde se encontró con que había perdido a todos sus alumnos. Pensar que no sólo él, sino también su mujer iban a pasar serias dificultades se le hacía insoportable. Cinco meses después de la boda,consiguió clases en un colegio de niñas. Enseguida escribió a su mujer para que se viniese a vivir con él a Puna, pues ya, por lo menos, contaba con algunos recursos. Fue la primera carta que le escribió, porque no había tenido dinero ni para eso.
Ramamani se interesó por el Yoga y su ayuda fue importante para el progreso de su marido. Nunca interfirió en su práctica, ni en sus clases, por el contrario, fue un gran apoyo, al tiempo que una de sus mejores críticos y consejeros. Cuidó de la familia, cinco hijas y un hijo, casi siempre sin ayuda, por concederle a su marido el tiempo que necesitaba. También recayó sobre ella la tarea de introducir a sus hijos al Yoga.
Fueron años difíciles, preocupado a diario por la supervivencia de su familia. Una noche de Octubre de 1946, ambos tuvieron sueños premonitorios. En su sueño, Guruji, vió al Señor Venkateswara de Tirupati bendiciéndole con una mano, mientras que en la otra sostenía un grano de arroz y le decía: «de ahora en adelante se acabaran tus dificultades y podrás consagrar todo el tiempo a la enseñanza y a la práctica del Yoga». En el suyo, Ramamani, vió a Laksmi, la diosa de la prosperidad que le daba una moneda y le decía: «Visnu y yo tenemos una deuda con vosotros, que quiero pagaros». Desde ese día, la situación económica de la familia cambió y nunca más volvería a ser desesperada.
Su sueño había reflejado su deseo ferviente de poder consagrarse a la práctica y enseñanza del Yoga y su voz interior le alentaba a descubrir que más le podía otorgar el Yoga, aparte de la flexibilidad. Empezó a comparar sus posturas con la de los otros profesores; su modo de hacerlas, con la de los otros.Fue comparando pecho con pecho, mano con mano, codo con codo. Las posturas se parecían, pero las de los otros no estaban alineadas. Años después llegaría a demostrar cómo la alineación es una condición necesaria para experimentar dhyana, la meditación, en la práctica de asana.
Aquellas primeras luchas le habían dado una cualidad diamantina: madura fortaleza de alguien que ha afrontado las batallas de la vida y ha sobrevivido a ellas; pero a la vez lo habían vuelto más humano y compasivo. Estas experiencias fueron también la causa del germen de una idea: desarrollar la práctica de Yoga de una forma metódica y progresiva.
Sus esfuerzos hercúleos continuaron y la leyenda crecía. Empezó a ser reconocido como profesor excepcional y en pocos años, personalidades de India, eminentes estadistas y distinguidas figuras de fama internacional fueron sus alumnos.
Su encuentro en 1952 con el maestro de violín Yehudi Menuhin fue decisivo. Menuhin buscaba a un profesor de Yoga de primer orden para que le ayudara. En aquel momento su carrera de violinista estaba en peligro como resultado de un sobre efuerzo físico y mental y tenía además un problema en la espalda. Guruji le enseñó a recobrar la energía con el Yoga y le dió asanas que le curaron la espalda. Gracias a él se recuperó y volvió a tocar, se dice que aún mejor. En agradecimiento Menuhin le regaló un reloj que lleva grabada la frase: » A mi mejor profesor de violín». Fue un seguidor ardiente de «Mr Iyengar» y practicante incondicional hasta su muerte en 1999. Menuhin le abrió las puertas de Occidente. Así inició su carrera internacional, que habría de llevarle, en el transcurso de los años, a ser considerado el exponente más destacado del Yoga contemporáneo.
Guruji instruyendo al famoso violinista Yehhidi Menuhin
Sin sacrificar la pureza de sus enseñanzas originales, en 1959, estableció una novedosa interpretación del Yoga clásico de Patañali. Su dedicación personal a la práctica de asanas, que había sido absoluta durante décadas, estaba en la raíz. Comenzó a enseñar que en cada postura, en cada acción, debía encontrarse la integridad del Yoga,según las explicaciones de Patañjali. Basada su afirmación de que el Yoga es realizable, en su totalidad, en cada uno de los estadios, en su propio estudio de los Yoga Sutras. Muchos eruditos y practicantes habían contemplado este texto clásico, desde un punto de vista objetivo o académico. Sin embargo, él lo hizo subjetivamente, comparando sus apreciaciones y sus experiencias, fruto de una práctica refinada e ininterumpida, con el texto original.
En 1966 publica su primer libro, Light on Yoga. Cualquier lector atento de esta obra magna, se preguntará qué relación hay entre la primera parte, donde de forma comparativamente breve se trata acerca de la filosofía del Yoga y la muy voluminosa descripción de las 200 asanas que le sigue. El propio libro no da una respuesta satisfactoria. Hay una laguna entre las dos partes.
Guruji es consciente de las limitaciones de su libro a este respecto. En una conversación, mantenida años después con Neela Karnik (70 Glorous Years of Yogacarya BKS Iyengar, pag 41), declaró que la razón principal para escribirlo, fue su deseo de convencer al público de su autenticidad y seriedad, documentado a fondo sus asanas. Dijo que en aquel momento, no fue capaz de presentar la esencia de su arte, es decir, su proceso de crecimiento personal y autorrealización, iniciado a partir de la lucha por la precisión en las posturas.
Sin embargo, en aquellos días, esa esencia ya estaba implícita en su práctica y en su enseñanza. Como se puede apreciar en las fotografías de Light on Yoga, sus asanas lograron la perfección, porque siguió los principios de yama y niyama, porque se implicó por completo: física, emocional y mentalmente. Su cuerpo se convirtió en una base para la concentración, para la meditación. Cada postura es meditación. Su cuerpo se hizo templo, el lugar puro para vivir que su alma necesitaba. Por ello, el libro mostraba una técnica detallada.
A comienzos de la década de los setenta, cuestiona abiertamente, desde su punto de vista de practicante, la premisa de que la vía del Yoga clásico de Patañjali sea una secuencia de ocho pasos, uno tras otro. Más bien indica, que únicamente «todos ellos juntos», tomados como una unidad, constituyen el Yoga. Sí esa vía es un todo indivisible en cada uno de sus estadios, cualquier asana, cualquier postura lo contiene en su totalidad.
De esta afirmación se deduce que, aquellos que practiquen con seriedad y rigor sólo uno de los aspectos del Yoga, podrían alcanzar su perfección. Esta es una interpretación única, que no tiene precedente.
Por fin, en El Árbol del Yoga, en 1988, Guruji da un paso definitivo en la clarificación de una «filosofía del Yoga Iyengar», que integra el Yoga clásico ilustrando y explicando las implicaciones de su práctica de asana, utilizando como marco conceptual el Astanga Yoga de Patañjali.
«Mahatma Gandhi no practicaba todos los aspectos del Yoga. Únicamente siguió dos de sus principios: la no violencia (ahimsa) y la verdad (satya); pero a través de estos aspectos del Yoga llegó a dominar su propia naturaleza y obtuvo la independdencia para la India. Si una parte de yama logró hacer a Mahatma Gandhi tan grande , tan puro, tan honrado y tan divino, ¿por qué no es posible tomar otro aspecto del Yoga, asana, y a través de él alcanzar el nivel superior de desarrollo espiritual? Muchos de ustedes pueden argumentar que practicar asanas es una disciplina física, pero si se expresan de ese modo sin conocer la profundidad de asana, es que ya han perdido la esencia del Yoga» BKS Iyengar, El Árbol del Yoga, pag 67.
En el discurso pronunciado con la ocación de su sesenta cumpleaños, Guruji se refiere a los tres últimos estadios Yoga del Astanga Yoga de Patañjali: dharana, dhyana y samadhi, denominados conjuntamente Samyama (la integración) en los siguentes términos.
«Estos tres estadios del Yoga son el fruto de la práctica perfecta. Samyama es un estado de la mente, no una práctica para ganar este estado. No puede explicarse, sólo experimentarse. Asana y pranayama, si pueden explicarse, enseñarse, mostrarse, corregirse; del mismo modo que yama y niyama, que pueden explicarse a tarvés de historias de grandes seres humanos, como ejemplos ideales para perfilar la personalidad.
Patañjali expone en Vibhuti Pada, el capítulo de los Yoga Sutras acerca de los logros, tanto para el practicante experto como para el neófito, una sadhana de dharana, dhyana y samadhi muy intrincada. En mi enseñanza, preparo a los alumnos para prácticas más elevadas, dándoles la técnica para que experimanten Dharana y Dhyna en asana y pranayama» 70 Glorious Years of Yogacarya BKS Iyengar, pag XXXII.
Lo que Guruji suguiere aquí es que las diferentes áreas mencionadas en el tercer capítulo de los Yoga Sutras, como un campo de aplicación de sean reemplazadas por la práctica refinada de asana y pranayama, que incluye el desarrollo de los otros aspectos del Astanga Yoga.
Guruji da la siguente definición filosófica de asana: «Es un proceso de posicionamiento y reposo, a través del cual, mediante el equilibrio de sus movimientos evolutivo e involutivo, la mente alcanza el estado de tranquilidad»
Esta afirmación desvela, hasta cierto punto, su concepción de la esencia de asana. Su interpretación única, que no tiene precedente, En síntesis, como un sutra, contiene reflecciones importantes que merecen ser consideradas por todo practicante de Yoga, porque pueden guiarnos hacia las profundidades de la experiencia yóguica.
En El árbol del Yoga, Guruji ya establece los diferentes aspectos de esta definición, pero aún de una forma no articulada:
«Posicionamiento significa acción. Es asumir una posición determinada de los miembros y del cuerpo como corresponda a la asana concreta que se esté ejecutando. Reposo significa reflexión en la postura. La postura es reconsiderada de tal manera que los diferentes miembros y partes de cuerpo se coloquen en sus respectivos lugares, en el orden apropiado, y se sientan descansados y en calma, y la mente experimente la tranquilidad y la calma de los huesos, articulaciones, músculos, fibras y células». BKS Iyengar,El Árbol del Yoga, pag. 77.
La segunda parte de su definición considera asana como el equilibrio de la evolución y la involución. En cada postura se ponen en marcha estas dos tendencias contradictorias. Como en toda estructura que éste integrada mediante un proceso de equilibrio, ellas corren siempre el riesgo de invadir la una a la otra, de tal modo que la equivalencia se pierda. Por lo tanto, la tarea fundamental en el proceso de posicionamiento y reposo es equilibrar involución y evolución.
«Dos son los caminos o vías que intervienen en la realización de asanas. Una es la vía evolutiva, expresiva o de exhibición, que lleva al sí mismo hacia el cuerpo, hacia los poros de la piel, hacia la periferia. La otra es la vía involuiva, inhibición, en la cual hacemos que los instrumentos del cuerpo se dirijan hacia el sí mismo. La unión de estas dos vías representa el maridaje divino del cuerpo con el alma y del alma con el cuerpo: meditación». BKS Iyengar. El Árbol del Yoga, pag 90.
De acuerdo con Guruji, estas dos vías tienen su analogía en los Yoga Sutras cuando Patañjali describe los dos medios necesarios para alcanzar la restricción de las fluctuaciones de la conciencia: abhyasa, el esfuerzo constante y dedicado (Yoga Sutras I.13-14) y vairagya, la liberación de los deseos ( Yoga Sutras I. 15-16).
«Abhyasa es conocimiento en acción. Es la realización sistemática y repetida, que implica una metodología, para lograr habilidad y destreza. Vairagya es conocimiento ofrecido a Dios. Es el acto de renunciar a todo aquello que aparte nuestra mente de la vía espiritual. Abhyasa se conoce como la vía evolutiva, vairagya es la vía involutiva. Ambas necesitan equilibrarse para un desarrollo armónico». 70 Gorious Years of Yogacarya BKS Iyengar, pag XXXII.
En lo que concierne a la práctica de asana, abhyasa, la vía evolutiva, significa llevar el estiramiento a su máximo. Vairyaga, la vía involutiva, es el elemanto de relajación y rendición dentro de la extensión. La involutiva es una vía más interna y oculta que la evolutiva.
Guruji da un ejemplo práctico de este principio en una de las conferencias que pronunció durante las celebraciones de su sesenta cumpleaños:
«Extiende tu mano. Vosotros decís: Oh, siento que mi dedo se ha hecho más largo. Pero cuando yo extindo, veo en que medida mi energía ha vuelto más cerca de mí. En mi extensión no miro a la longuitud de mi mano, miro la longuitud de mi energía que viene de las áreas periféricas a mi mente. Esto es vairagya. En mi práctica, aunque os parezca externa, en mi interior soy un vairyaga, un renunciante». 70 Gorious Years of Yogacarya BKS Iyengar,pag 215.
Ambas vías, la evolutiva y la involutiva parecen ser contradictorias. Sin embargo, en una postura correcta están entrelazadas e incluso se sostienen la una a la otra. Cuanto más evolución, más involución. Sólo si nos abrimos y extendemos al máximo, las barreras se rompen y podemos penetrar en «el corazón espiritual», porque la perfecta extensión crea un flujo de presencia desde la periferia hacia el origen de la actividad. Así la extensión completa vuelve a donde comenzó y desvela el origen del movimiento.
En El árbol del Yoga, Guruji compara el doble movimiento de la vida en el interior de un árbol:
» Al practicar asanas, sentís la energía fluyendo en vuestro sistema. Sentís como está trabajando, como está fluyendo. En el árbol, la energía fluye desde la raíz a las hojas, y cuando la hojas entran en contacto con el aire retroalimentan esa energía en un viaje inverso a través de las ramas y el tallo hacia la raíz, y la raíz hace que el árbol siga creciendo para producir la floración y dé frutos».
Por último, según la definición, el propósito de asana como equilibrio de involción y evolución es la tranquilidad de la mente. Si evolución e involción, abhyasa y vairagya, estan en equilibrio dentro de la postura, una nueva presencia emerge. El practicante está ahora en un estado de equilibrio y tranquilidad.
La tranquilidad es la experiencia cumbre de la ecuanimidad, conectada con una estabilidad y concentración que mantiene al practicante en contacto estable con su alma. La tranquiledad no significa ser intocable o insensible sino que significa la habilidad para abarcar la extensión del universo y recordar el corazón de la existencia incluso en situaciones difíciles. La calma es la apariencia del origen. Sucede cuando la precencia del origen brilla. Siempre que somos tocados por el origen del ser nos calmamos, porque nuestros deseos e inquietudes se desvanecen, ya que sentimos una plenitud interior que no tiene fin.
El Cielo- Sattva-la cualidad de la luz y la intuición, la vía unitiva.
II.48 tatah dvandvah anabhighatah
– desde aquel momento, el sadhaka (practicante) no es perturbado por las dualidades-
Yoga Sutras de Patañjali.
«En algunas posturas, perdemos el sentido de dualidad y vivimos en paz, en un júbilo que no podemos expresar con palabras. Incluso, si tuviésemos que luchar toda nuestra vida para volver a experimentarlo una vez más bien valdría la pena.» BKS Iyengar.
De lo expuesto hasta aquí se desprende que, para Guruji, tan pronto como la resistencia se desvanece y nada se interpone entre la postura y quien la hace, se da la posibilidad de samadhi en asana. Por la gracia divina, la postura puede llegar a ser la presencia del alma. La mente se desvanece en la inmensisdad y el alma se convierte en el sujeto. Permaneciendo firme y tranquilo en esta sinceridad, el alma resplandece y un júbilo divino se siente en la morada del corazón espiritual.
Patañjali estableció la práctica del Yoga para trascender el sufrimiento y liberarse de las ataduras del mundo. Este es el camino que Guruji a recorrido desde su experiencia, para infundir luz a su vida, para alcanzar el cielo habiendo partido desde el infierno. Un camino que, a través de uno de sus aspectos, asana, le ha llevado ha alcanzar la totalidad, el cenit del Yoga.
En el discurso de su 80 cumpleaños Guruji dijo:
» Saqué a relucir la esencia del Yoga, sus pétalos. Mahatma Gandhi consiguió la independencia para la India siguiendo solo dos principios del Yoga, ahimsa (la no violencia) y satya (la verdad). Yo seguí su ejemplo, cuando era jóven. Pensé, Dios me creó para que practicara asanas, lo asumí y decidí indagar la profundidad de cada asana. Eso significaba que en ellas tenía que practicar yama, niyama, pranayama, pratyahara, dharana, dhyana. Tenía que ser una absorción total. Sin embargo, a otros le pudo parecer que mi práctica era contorsión física, pero nadie puede determinar mi interpretación al practicar. Esa interpretación, desde la periferia a lo más interno y los mensajes desde lo más interno para reabsorber lo que procedía de la periferia. Éste es el néctar que hoy bebéis de mí»
Gracias a su dedicación a la práctica del Yoga y su compromiso inquebrantable para compartir esta disciplina milenaria, hoy millones de personas en todo el mundo practican el Yoga a la manera de Iyengar, pero no muchos saben cómo se originó, su evolución, o que ha sido forjado por las circunstancias de su vida.
Aquel dolor fue un ingrediente valioso en su vida y esencial para lograr la precisión en su práctica. Como Guruji suele decir. «donde hay dolor hay vida»,» no hay logros sin dolor » o «la habilidad para superar el dolor aporta precisión». De hecho, él considera que la vida no tiene sentido sin retos o decepciones, ya que estos nos enseñan la resistencia, capacidad para adaptarnos y persistencia en los efuerzos.
Aquel dolor le volvió más humano y compasivo, le llevó a apreciar y comprender a sus alumnos y así surgió su idea de desarrollar la práctica del Yoga de una forma metódica, progresiva y segura, para que otros pudieran alcanzar la precisión sin sufrir tanto como lo hizo él.
Su dedicación personal a la práctica de asanas, que fue absoluta durante décadas, le llevó a descubrir cómo en este estadio de la vía de Patañjali se puede experimentar el Yoga en su integridad y a establecer su práctica, entendida de este modo, como la piedra angular sobre la que ha edificado la filosofía de su método.
Hoy, cuando ya ha cumplido 90 años, es considerado un maestro universal, pero:
La universalidad de Gurji es, paradójicamente, personal en la medida en que su obra sustenta un universo autosuficiente e irreductible a otros términos que no sean los propios.